domingo, 29 de enero de 2023

El honor a la sombra del maestro samurái

David B. Gil

El guerrero a la sombra del cerezo

Suma, 2017

    David B. Gil, escritor gaditano, buen conocedor a la historia y la cultura japonesa, se autoeditó en 2014 esta su primera novela en la plataforma Kindle, de Amazon. En unas pocas semanas logró un gran éxito obteniendo excepcionales calificaciones de los lectores. El autor la había presentado al premio Fernando Lara (grupo Planeta), donde obtuvo el galardón de finalista. En 2017 fue publicada en papel por la editorial Suma (grupo Penguin Random House). Posteriormente publicó dos novelas más de ambientación japonesa: Ocho millones de dioses (2018) y Forjada en la tormenta (2022).
    Leí esta novela en Kindle hace unos años durante las muchas horas de avión que todo pasajero ha de soportar hasta aterrizar en Japón, y confieso que fue el viaje más corto de los que he realizado al país de los samuráis. Cuando uno se sumerge en la lectura de una historia trepidante cuya calidad y tensión no decae en ningún momento, el tiempo vuela y el alto número de páginas (736 en la edición que presentamos) disminuye con una rapidez sorprendente. La narración atrapa al lector y lo envuelve en una atmósfera que se hace desde el primer momento creíble porque está magníficamente documentada. Pero la virtud de esta novela no radica únicamente en el ritmo y la amenidad de la historia, sino sobre todo en la caracterización psicológica de los personajes.
    La historia de Seizô Ikeda, el protagonista de El guerrero a la sombra del cerezo, está ambientada a finales del siglo XVI y principios del XVII, una época crucial para la historia de Japón, la de los tres grandes hombres que contribuyeron a la unificación del país tras dos siglos de guerras civiles, Oda Nobunaga, Toyotomi Hideyoshi y Ieyasu Tokugawa. Con este contexto de fondo, el relato parte de la historia personal sufrida por Seizô Ikeda, único superviviente de su familia, el clan de los gobernantes de la provincia de Izumo, que a los nueve años tuvo que exiliarse para ser adiestrado por el samurái Kenzaburo Arima, que ejercerá a la vez de maestro espiritual y guerrero. Arima representa una sabiduría tradicional impregnada de budismo zen y espíritu confuciano, mientras que Ekei Inafune, otro personaje que juega un papel decisivo en el desarrollo de la trama, médico que ha recibido instrucción científica por parte de la delegación holandesa de Nagasaki, representa una mentalidad más avanzada. Más allá de las intrigas y acciones espectaculares que se desarrollan, la confrontación entre tradición y progreso está finamente articulada en torno a estos dos inolvidables personajes que constituyen, a mi juicio, el mayor acierto de la novela de David B. Gil.
    Es la historia de una venganza, pero también es la experiencia de la formación de un niño que ha de cumplir un importante papel cuando llega a la edad adulta. El samurái Arima prepara durante años a Seizô para que restituya el honor perdido de la familia. El sentido del honor del maestro, con su rígida concepción del deber, pesa sobre la conciencia del joven Seizô, más vulnerable, un protagonista que se desarrolla al mismo tiempo como héroe y como víctima de lo que sucede. Los personajes femeninos son también fascinantes. La médico de la corte y el contraste que esta figura ejerce con Ekei Inafune es uno de los grandes hallazgos de este relato. La jefa de los samuráis, por otro lado, recuerda el activo papel que algunas mujeres realizaron en la clase militar desde el período Kamakura.
    El libro está escrito en una prosa limpia, correcta y sin excesivo ornamento. Los términos japoneses que aparecen citados son recogidos en un amplio glosario. La documentación que hay detrás de este trabajo es abrumadora, no en vano el autor tardó cinco años en culminarlo. La novela de David B. Gil tiene el encanto de los relatos épicos, con las dificultades y sufrimientos por los que todo héroe ha de pasar en el cumplimiento de su misión en la vida. Se podría decir que el lector vibra con Seizô, sigue su evolución hacia la madurez y comparte sus experiencias, algunas buenas, la mayoría terribles. Es gran acierto del autor: lograr que nos pongamos en la piel de su protagonista. Como decía Borges, la felicidad no necesita ser transmutada en belleza, pero la desventura sí.
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Publicado en Eikyô. Influencias japonesas, nº 28.

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