lunes, 5 de enero de 2015

La estructura intensional del iki: seducción, compostura y desapego

Hay tres rasgos que definen lo iki: el primero de ellos es la seducción hacia el sexo opuesto. El término empleado es «coquetería» (bitai), y con ello Kuki pretende dejar claro que se trata de la «causa material», término aquí usado en el sentido de fundamento, del iki. Hay seducción cuando hay posibilidades abiertas en la tensión entre dos personas de diferente sexo. Esta tensión puede aumentar si se reduce la distancia entre ambos, pero hay un límite: mientras exista la seducción, habrá alguna distancia, por pequeña que sea. «La esencia de la coquetería», escribe Kuki, «es que aunque haya tanta aproximación como la distancia lo permita, la diferencia en la distancia nunca alcanza límites extremos»1. Es lo que ocurre en la célebre paradoja de Zenón: por mucho que Aquiles se acerque más y más a la tortuga, nunca la alcanza. En este sentido es como hemos de entender la sugerencia del filósofo japonés de que la seducción entraña un absoluto. Cuando las dos personas implicadas en el juego de la seducción consuman el propósito de la misma, que es la unión, la tensión desaparece y la seducción pierde su sentido. En cuanto lo posible se realiza, la seducción se extingue. Podría decirse entonces que el absoluto de la seducción es la posibilidad.
Ukiyo-e de Utamaro 
           El segundo rasgo definitorio del iki es de difícil traducción. Kuki usa el término japonés ikiji2 (una lectura alternativa del mismo conjunto de ideogramas -意気地- es ikuji, orgullo). Atrevida serenidad, valiente calma, coraje en la compostura... cualquier expresión que usemos para este término habría de connotar un lúcido «saber estar», una actitud decidida y tranquila, un mantenerse en su sitio adoptando riesgos con los ojos abiertos. Es, según el autor, la genuina característica de refinamiento y dignidad que se manifiesta en los barrios de placer de Edo en el período Tokugawa (1603-1868). Se trata, pues, del rasgo étnico3 del iki. Esta actitud nos remite a la llamada «cultura del mundo flotante», ukiyo, que tuvo su epicentro en el distrito de Yoshiwara, en Edo, donde proliferaban los prostíbulos, las casas de té y los espectáculos de kabuki y bunraku4 frecuentados por una emergente clase media en tiempos de bonanza económica. En este contexto cultural tiene su importancia la idealización de la compostura por la influencia que el modelo del samurái y su código moral (bushidô) tiene sobre el resto de la sociedad. Kuki observa que añadiendo al iki el atributo de la atrevida serenidad, la seducción queda espiritualizada con un toque de idealismo moral.
            El tercer rasgo de lo iki es la renuncia o desapego. Un desapego que habría de entenderse como distanciamiento o descreimiento emocional. Las formas iki son de una fina elegancia envuelta en actitud etérea, aparentemente desinteresada. El término empleado por Kuki para calificar esta condición es «antirrealista». Es un toque de madurez y decadencia que deja entrever la influencia del budismo, y que hace notar que las cosas del corazón no se han de tomar demasiado en serio; o que, al menos, se precisa un filtro de escepticismo, pues según el dicho japonés, «los corazones de las personas son como el Asuka», un río que cambia constantemente su curso. Si con el atributo de la valiente serenidad podemos apreciar un cierto idealismo moral asociado a lo iki, con el del desapego vemos este concepto coloreado de un cierto antirrealismo religioso. 
        Intentemos ahora ver los tres rasgos fundidos: seducción, compostura y desapego. Podemos apreciar cómo cada uno de ellos resta y suma a la vez todo un conjunto de matices: seducción entre dos personas de distinto sexo, sí, pero guardando una actitud de valiente serenidad que tiñe la seducción de elegante compostura; a esta seducción con compostura se añade cierta reserva escéptica ante la implicación de las emociones. Los dos últimos rasgos son caracterizados como «causa formal»; idealismo moral y antirrealismo religioso, dos exponentes de la cultura tradicional japonesa, son las formas con las que se viste el sustrato material de la estética de este país, que según Kuki es la seducción o coquetería. ¿Puede entonces definirse el concepto de iki en una fórmula breve? No es fácil. El niponólogo Fernando Rodríguez-Izquierdo lo llama «elegancia sexual refrenada». Nosotros, más modestamente y a partir de los términos empleados en la versión inglesa del libro de Kuki que hemos trabajado (coquetry, brave composure, resignation), podríamos dejarlo en algo así como «seducción, valiente compostura y desapego». Simplificando en extremo, se trataría de una conjunción entre la seducción de la maiko, la compostura del samurái y el desapego del monje budista.


[1] Kuki, Shûzô (1930/2007), The Structure of "Iki"Reflections on Japanese Taste. Sydney, Power Publications,  pág. 39.
[2] En la versión inglesa del libro de Kuki, a cargo de John Clark, el término usado es brave composure.
[3] Eludiendo entrar en la debatida semántica de lo «étnico», hoy preferiríamos decir «autóctono».
[4] El teatro kabuki comenzó a principios del siglo XVII como representación cómica interpretada por mujeres, y pronto se convirtió en el más popular género teatral dramático. El bunraku, de origen bastante más antiguo, es un teatro de marionetas acompañado de texto recitado y música tradicional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario