Shûzô Kuki |
El temprano interés de Kuki por la filosofía occidental, instigado por el profesor Koeber, le llevó a Europa en 1921 para ampliar estudios; vivió en Alemania y Francia durante ocho fructíferos años en los que tuvo oportunidad de conocer a Edmund Husserl y a Martin Heidegger, de quienes fue alumno y amigo. En Francia, Kuki contactó con Jean-Paul Sartre y más tarde con Henri Bergson, de quienes recibió grandes influencias y a quienes influyó a su vez, no sólo por sus escritos sobre estética sino también por su sensibilidad personal y su capacidad creativa, pues Shûzô Kuki fue poeta -cultivó sobre todo el tanka1- además de un filósofo especialmente dotado para teorizar sobre el arte. A su vuelta a Japón, enseñó durante décadas en la Universidad de Kioto, en el mismo lugar y época donde se fue gestando un potente círculo de filósofos de sólida formación occidental en torno a la figura de Kitarô Nishida, grupo conocido como «Escuela de Kioto». Kuki se mantuvo deliberadamente aislado de este grupo, si bien no pudo sustraerse a algunas influencias de la filosofía de Nishida2. Murió a la edad de 53 años tras un ataque de peritonitis. Su obra más leída y valorada es, sin duda, La estructura del iki (1930).
Esta obra, de no fácil lectura, es un ensayo fenomenológico sobre gusto tradicional japonés. La fenomenología -si puede explicarse en cuatro palabras- propone que la mente no es un sujeto
enfrentado a un polo opuesto objetivo. Cuando los fenomenólogos hablan de la
mente humana utilizan en su peculiar jerga filosófica la expresión conciencia intencional. Con ello quieren
decir que la mente es actividad, y por tanto está siempre ocupada. La mente no
es un receptáculo que alberga algún contenido en su interior: no tiene ningún
«dentro» ni ningún «fuera». Cuando hablamos de percibir, sentir o pensar, no
nos referimos a lo que hace un dispositivo (la percepción, el sentimiento o el
pensamiento), ni siquiera a lo que hace una mente o un yo, sino simplemente a
un puro fenómeno de actividad mental. Si entendemos esta posición en sentido
radical, hemos de descartar la existencia de la voluntad, la memoria, la
percepción o el pensamiento. Lo que existen son actos mentales: lo querido, lo recordado, lo
percibido o lo pensado. Nada más. Por tanto, no hay un sujeto que sea el dueño
y señor de sus operaciones mentales, sino operaciones mentales sin sujeto: fenómenos
de conciencia.
Y por el lado
del objeto, no hay tampoco un contenido diferenciado de la actividad de la
conciencia; el objeto querido, recordado, percibido o pensado no es una
realidad extramental objetiva, es un fenómeno siendo captado por una de las
muchas modalidades de actividad que emplea la mente. No hay un árbol, sino un
árbol siendo visto, pensado o recordado. Igual que no hay un ver, un pensar o
un recordar, sino un «ver esto o aquello», un «pensar esto o aquello», tampoco
hay un conjunto de objetos que formen la realidad externa, sino sólo fenómenos
apareciendo en la mente. La relación natural con la realidad hemos de ponerla
entre paréntesis para mirar de otra manera esos fenómenos que aparecen, que es lo
que importa. Y si lo que importa son los fenómenos, entonces un solo objeto de
la realidad exterior puede ser, bajo la «visión fenomenológica», muchos
fenómenos a la vez según lo captemos con curiosidad teórica, con intención
práctica, con ansiedad, con esperanza o con inspiración poética. La realidad,
por tanto, está constituida no por fenómenos materiales sino por fenómenos de
conciencia. El árbol es el árbol captado de una u otra manera, no un árbol
objetivo y neutral.
Es en este
sentido como hemos de abordar la idea básica de Shûzô Kuki: que iki es un «fenómeno de conciencia». Si
lo tradujéramos simplemente por «elegancia», entonces sería alguna cualidad que
alguien muestra a alguien: hemos de presuponer, entonces, un escenario marco en
el que existen sujetos y objetos; por ejemplo, una maiko (bailarina tradicional, aprendiz de geisha) en un karyukai (barrio de placer) donde se
celebra un ozashiki (exclusivas cenas
privadas con espectáculos de un elevado nivel artístico) para clientes
refinados. Podríamos analizar todos estos ingredientes, pero ello nos desviaría
del camino si nuestro objetivo fuera analizar la cualidad de la elegancia. Si
por el contrario consideramos que el concepto de iki es un fenómeno de conciencia, entonces no puede ser una
cualidad personal subjetiva, pero tampoco un algo objetivo que se percibe en
algún lugar, sino una forma, diríamos hoy, de actividad mental. Un fenómeno de
conciencia o «modo de ser», en el lenguaje de Kuki. Así considerado, podemos
estar más seguros de que vamos «a por el fenómeno», sin interferencias con los
juicios que pudiéramos hacer sobre los elementos del escenario que lo rodean.
Podemos
preguntarnos entonces qué tipo de fenómeno de conciencia es iki: ¿sería algo percibido, pensado,
imaginado, sentido? Sin duda no es nada de esto en particular, pero sí un poco
de todo ello: es un gusto. Aunque
deberíamos decir: algo más que un gusto. Kuki no vacila en afirmar que «es el
modo específico de ser de la cultura oriental, o mejor, de la gente de Yamato3».
Paradigma del gusto oriental, y específicamente de la
estética de la seducción japonesa, el concepto de iki
posee una estructura intensional y otra extensional4. En las próximas entradas las veremos por separado.
[1] Forma poética dominante de la tradición literaria de
Japón y originaria del periodo Nara (710-794), compuesta por dos pequeñas
estrofas de tres y dos versos, con 5-7-5 y 7-7 sílabas respectivamente.
[2] Cuando Kuki ingresa en la Universidad Imperial de
Kioto, en 1929, Kitarô Nishida (1879-1945) acababa de jubilarse a la edad de 58
años. Kuki mantuvo sus distancias con Hajime Tanabe (1885-1962), un filósofo
que se había formado también con Heidegger en Alemania y que se convertirá en
el principal sucesor de Nishida.
[3] Yamato es una región de Japón, referida comúnmente
como sinécdoque de Japón. Kuki, Shûzô (1930/2007),
The Structure of "Iki". Reflections on Japanese Taste. Sydney,
Power Publications, pág. 33.
[4] La definición intensional de un término es aquella
que señala sus propiedades necesarias y suficientes. La extensional es la que
explicita todo aquello que puede caer referido por dicho término.
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